La idea principal que recorre el artículo se refiere a la relación entre Jorge Luis Borges, el universal escritor argentino, y el cine, que lo asombra desde sus primeras manifestaciones en el período silente. El autor rescata un libro precursor de Edgardo Cozarinsky para revisar y releer las reseñas sobre películas que Borges escribió en revistas de su país. En esta actitud se advierte un compromiso del cuentista con cada película que analiza, critica y cuestiona en sus textos. Más adelante, Borges, un espectador activo, acusa la influencia del cine -un arte que le resulta insólito e incluso parece enajenarlo- en sus narraciones, por ejemplo las incluidas en “Ficciones” y “El Aleph”. Este artículo intenta explicar cómo se genera este vínculo que traslada lo “visual” del cine a la composición de las narraciones literarias. Además, se considera el interés de Borges por formar parte de un sistema de producción en el cine, pues también escribió argumentos o ideó tramas que no siempre terminaron en una realización fílmica. Finalmente, el artículo propone que “El jardín de senderos que se bifurcan”, uno de los relatos borgianos más aclamados, es el modelo ideal para un guión cinematográfico, debido a su especificidad, virtuosismo y claridad en el contenido. Aunque Borges perdió la vista y no pudo espectar más cine después de haber celebrado títulos como “Citizen Kane”, sus textos sobre este arte revelan a un perspicaz y seguro analista, que se compromete a mantener el diálogo entre cine y literatura, unidos innegablemente por un cordón umbilical.